La quena (del quechua qina) es un instrumento de viento de bisel, usado de modo tradicional por los habitantes de los Andes centrales.
Su origen y desarrollo corresponden a antiguas sociedades andinas. Un grupo de quenas que se ubican entre las más antiguas de América fueron halladas en los vestigios arqueológicos en la ciudadela de la civilización Caral que tiene una antigüedad de 5000 años, pero la quena más antigua fue hallada en la zona de Chilca-Perú, relativamente cerca a Caral aunque con una antigüedad de mil años más antigua que esta, es decir una antigüedad de 6000 años,lo que se constituye probablemente en la quena más antigua de América. su uso se ha extendido a lo largo de los países por sus melódicas notas. Respecto a quenas de caña, el equipo del arqueólogo argentino Carlos Aschero encontró en 1973 ocho quenas, siete de ellas de caña de bambú y una de hueso, en el yacimiento Inca Cueva, Cueva 7, datado en unos 4000 años antes del presente.
La quena es tradicionalmente de caña, hueso o madera y tiene un total de siete agujeros, seis al frente y uno atrás, para el pulgar. La quena tiene una embocadura (escotadura o muesca) que se ajusta a el labio del ejecutante para la producción del sonido. Actualmente, la más tradicional es en Sol, de unos 37-39cm, pudiendo variar su diámetro y tamaño de los orificios, ajustándose a los dedos de la persona y a los requisitos acústicos de la afinación. En la actualidad es (junto al siku y el charango) uno de los instrumentos típicos de los conjuntos folclóricos de música andina, encontrándose su uso también en la música de fusión, etno, música nueva era, etc.
Leyenda de la quena
En los dominios de Maratec, mucho tiempo antes que bajara de los altos valles la gente de Manco Capac, el hijo del señor de la comarca se enamoró de una india llamada Zenaguet.
El Sol contempló con ternura este amor limpio y puro, y les envió sus rayos protectores. La Luna, en cambio, se opuso a este idilio y miró con antipatía a los enamorados, bañándolos con su luz enfermiza.
Un día Zenaguet enfermó gravemente y nada pudo hacer su enamorado por salvarla. Un atardecer, antes que apareciera en el cielo el Lucero del Alba, murió.
La angustia y la desesperación invadieron al pobre muchacho que enloqueció de dolor, junto al cuerpo inmóvil de la joven.
Allí se quedó largos días, velando a su amada, y cuando llegó el momento de sepultarla, sacó la tibia de una de sus piernas y comenzó a tallarla. Poco a poco de entre sus manos nació un instrumento.
El viento se filtró por sus agujeros y brotó un sonido triste y dulce como jamás se había oído.
El muchacho creyó que era el alma de su amada y con empeño trató de tocar música para ella. Pero su corazón se estremecía de dolor y sólo pudo sacar de aquel instrumento dolientes melodías.
Así echó a rodar por montes y quebradas, llevando sus quejas por toda la comarca, hasta que un día calló para siempre.
De un gran amor y un tremendo dolor había nacido la quena, y hasta el día de hoy siguen brotando de ella las melodías más tristes, pero también las más dulces.
Los principios básicos de la Quena
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